Tan bonito como vivir una final europea

Actos previos de la Final UEL entre Atleti y O. Marsella en Lyon.
(FOTO: Fuente propia).
González, ÁLVARO | Lyon-Madrid

Sí, ya hemos llegado a Madrid. Y posiblemente a estas horas ya os ha dado tiempo a leer de todo sobre la victoria del Atlético de Madrid en la final de la Europa League en Lyon, hace unas cuantas horas ya. Algo habréis leído seguro sobre que por fin Fernando Torres ha conseguido el título que le faltaba antes de despedirse del equipo de su vida; sobre que Antoine Griezmann hizo, presumiblemente, su última gran obra al servicio del Atleti; sobre que la afición del O. Marsella se dedicó a disfrutar del partido con espectáculo pirotécnico incluido. Y hasta habréis leído algún que otro artículo sobre los seis títulos de Simeone con el Atleti en siete años. Sin embargo, hay algo mucho más bonito que todo esto.

Vivir una final europea es algo mágico, algo brutal. No se puede expresar con palabras. Es muy bonito planear el viaje semanas antes y darte cuenta que, a pesar de que será una 'paliza', lo organizas con mucha ilusión. Es muy bonito arrancar ese viaje y empezar a ver las primeras camisetas de otros iguales a tí que también lleva la mochila repleta de ilusión, ganas y algún que otro bocata.

Es demasiado bonito llegar a la ciudad europea de turno, que posiblemente jamás hayas visitado y no sabes si lo volverás a hacer, y montarte en el primer metro o tranvía junto a todos los que llevan tu misma camiseta para dirigirte a la 'Fan Zone'. Es tremendamente bonito llegar a ese lugar de encuentro, que te da igual que esté a 200 metros del estadio que a 15 km. Tú vas, sea como sea, porque sabes que te lo vas a pasar muy bien y las horas de nervios pasarán más rápido.

Es inmensamente bonito volverte loco buscando donde venden hielos y darte cuenta que en España somos diferentes. Es bonito compartirlos o cambiarlos por cervezas, vasos o lo que se tercie con personas que jamás has visto solo porque ese día todos vais en una misma dirección. Para mí, eso es muy bonito. 

Es brutalmente bonito cruzarte con aficionados de equipos rivales que nunca hubieras imaginado que te cruzarías y encima te haces fotos con ellos porque todos no son tan peligrosos como los pintan. Es totalmente bonito, aunque pueda parecer que no, que tengas que esperar una fila tremenda para pasar, aunque tengas acreditación, y te agobies porque no encuentres a tu compañero y el partido cada vez se acerca más. Es absurdo, pero bonito.

Es fantásticamente bonito que dos aficiones intercambien diferentes culturas a la hora de animar, aunque algunas sean más civilizadas que otras. Es bonito contar y que te cuenten miles de anécdotas tus amigos y compañeros de viaje durante todos estos días: uno se deja bigote, otro es su primera final europea, a otro le dan miedo los aviones... a mí me resulta bonito.

Es muy bonito que encima veas ganar al equipo por el que llegaste hasta allí, es bonito. En fín, es muy bonito que encima esto se lo puedas contar a multitud de personas a través de la radio para que los que te escuchan vean lo que está pasando a través de tus palabras, es para mí muy bonito.

Así que después de estos párrafos, no me voy a detener esta vez a analizar temas que ya están más que analizados varias horas después. Esta vez, este artículo va dedicado a todas esas personas afortunadas que en algún momento de su vida, fueran del equipo que fueran, vivieron una final europea, ya sea de Champions o de Europa League, son especiales y bonitas. Yo ya llevo tres. Y sí, todo esto tan bonito me ha pasado a mí y, seguramente, a muchos de los que hoy han llegado tan cansados del viaje desde Lyon que solo les quedan fuerzas para recordar lo bonito que ha sido.  


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